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Con nuestro trabajo no se juega.

Solicitada: Al gobierno nacional, gobiernos provinciales y municipales,a los legisladores nacionales

El entretenimiento en bingos y casinos es una actividad legal, que funciona a puertas abiertas y a la vista de toda la sociedad. Emplea en forma directa a más de 250.000 personas y si sumamos a toda la cadena de valor supera los 500.000 trabajadores sin contar las empresas proveedoras de insumos y servicios de cada sala.

Ha producido en materia tributaria aportes por más de 60.000 millones de pesos en la última década, además de lo generado por cargas sociales que configura otra cifra extraordinaria que puede verificarse en los registros públicos de distintos organismos como AFIP, ANSES o loterías.

Tiene una participación de aproximadamente el 4 por ciento en el PBI nacional y con sus impuestos el Estado puede sostener programas educativos y sociales de diversa índole, especialmente en los municipios donde se asientan los establecimientos regulados. Sin embargo, en el último tiempo se ha puesto de moda apuntarlo como el responsable de

casi todos los males de la República Argentina, asociándolo a actividades marginales. Día a día nos sorprenden afirmaciones de dirigentes políticos que abogan por aumentar la presión tributaria a la industria con el presunto objetivo de incrementar la recaudación y que el estado puede utilizar esos fondos en beneficio de otros sectores. Pero este recurso ya se ha utilizado en demasía en los últimos años y evidentemente no consiguió los beneficios deseados.

Por el contrario, los permanentes cambios en las reglas y leyes que rigen nuestra actividad sólo han provocado el freno de inversiones extranjeras y mayormente nacionales, el cierre de salas y la consiguiente pérdida de fuentes laborales, y ha sumido a miles y miles de familias en un estado de zozobra y temor por su futuro.

En la Provincia de Buenos Aires, particularmente, los bingos y casinos son cedidos por el Estado a una entidad intermedia de la sociedad (cooperadoras hospitalarias, centros de jubilados, institutos de ayuda a personas con discapacidad, etc), que a su vez eligen un operador para desarrollar sus actividades.

De la recaudación más del 50 por ciento ingresa directamente al Estado en sus diversas formas y por los más variados tributos, muchos de los cuales rigen sólo para esta actividad, y representa en la Provincia de Buenos Aires la segunda actividad de mayor aporte al Estado.

El Estado, al ser socio en las ganancias, tiene un extraordinario interés en verificar minuto a minuto lo producido por cada una de los slots (mal llamados tragamonedas) y mesas de juego, y por eso ha desarrollado uno de los mayores y mejores sistemas de control online de apuestas del Mundo, pese a que se intente instalar en la ciudadanía la idea de que los controles son nulos.

Estos sistemas han sido propuestos, homologados y contratados por el Estado.

No está de más recordar que en alguna situación de crisis el sector ha desembolsado cifras millonarias por adelantado para que los empleados estatales puedan cobrar sus aguinaldos en fecha.

Pero esta vez los que estamos en crisis somos nosotros: Los trabajadores nucleados en empresas de juegos de azar.

Ya hemos perdido 500 fuentes laborales con el cierre de los bingos porteños y las empresas del sector ya avisaron que ante un nuevo cambio impositivo no podrán sostener su actividad e iniciarán procesos que podrían desembocar en procesos Preventivos o de Quiebra, tal cual expusieron ya ante el Ministerio de Trabajo.

Cualquiera de estos dos escenarios implicarán despidos masivos y miles de trabajadores, directos e indirectos, en la calle.

Y todos sabemos que si hay algo que no sobra en estos momentos en el país es trabajo, por lo que estamos dispuestos a defender los puestos laborales de nuestros afiliados como de los miles de gastronómicos que que se verán afectados.

Pero además de todo lo expuesto, los que critican permanente nuestra actividad se olvidan que los casinos, bingos e hipódromos son lugares visitados mensualmente por millones de personas que en su mayoría disfrutan de una salida en pareja o en familia, en un ámbito seguro, cómodo, limpio, con instalaciones nuevas, ofertas gastronómicas a precios insuperables y empleados que los tratan con amabilidad y una sonrisa.

Esos clientes, en promedio gastan una cifra similar a la que desembolsarían en una salida al teatro o un recital, y además, si el azar los acompaña, vuelven a sus casas con dinero en el bolsillo.

En definitiva las cosas son diferentes a como se las intenta hacer ver.

Instamos a dejar de lado la estigmatización que algunos intentan imponer sobre los establecimientos en los que desarrollan sus tareas nuestros compañeros.

Y no somos ingenuos. Sabemos que detrás de muchas de las críticas a la actividad se esconde la larga y peligrosa mano del Juego Clandestino, entre otros intereses espúreos. Queda en ustedes, señores gobernantes y legisladores tomar conciencia de las verdaderas implicancias de sus actos.

Con nuestro trabajo NO SE JUEGA. Más impuestos, menos empleo.

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